jueves, 15 de junio de 2017

50 años de “la guerra de los 6 días”: Para los palestinos la guerra de 1967 sigue siendo una herida imperecedera y dolorosa

Ahora es el momento de la libertad palestina tras años de ocupación y desposesión


Omar Barghoutien The NationTraducido para Rebelión.org: Beatriz Morales Bastos

Esta semana se conmemora el 50 aniversario de la ocupación por parte de Israel de Gaza y Cisjordania, incluido Jerusalén Oriental. La cicatriz que dejó en mi cabeza aquel funesto día de 1967 en que empezó el dominio militar está ahora enteramente cubierta por mi cabello encanecido, pero la cicatriz que aquel día dejó en mi vida continúa en carne viva.

Tenía menos de tres años cuando mi preocupada madre, de 24 años, nos asió apresuradamente a mí y a mis dos hermanos mayores para huir a la seguridad relativa de Jordania, justo unos días después de que las fuerzas armadas israelíes ocuparan Ramala.

Mi abuela, una refugiada de [el pueblo de] Safad durante la Nakba de 1948 (la expulsión masiva de más de 750.000 palestinos originarios para establecer un Estado de mayoría judía en Palestina) tenía serias dudas acerca de qué aconsejar a su hija. No quería que sufriéramos el destino de su familia cuando se les obligó a punta de pistola a abandonar su hogar en Safad y, más tarde, se convirtieron en refugiados en Siria. No obstante, por encima de todo mi abuela quería que estuviéramos seguros.

Un rumor que desencadenó el pánico acerca de que las autoridades militares israelíes iban a cerrar enseguida el único paso fronterizo entre Palestina y Jordania zanjó el debate. Este rumor convenció a mi madre de llevarnos a Amman, “temporalmente, hasta que acabara la guerra”. Mi abuela trató de tranquilizarla con esas palabras, pero apenas podía ocultar su convicción de que Israel nunca nos permitiría retornar.

Mi madre resbaló mientras atravesaba el muy deteriorado puente de madera hacia Jordania. Había cargado con mi hermano mayor y conmigo al tiempo que tiraba de nuestro hermano mayor y de dos bolsas. Me caí al suelo y empecé a sangrar por la cabeza. La herida acabó curándose gracias a un remedio tradicional árabe de aceite de oliva y ajo, pero mi vida y la de mis seres queridos nunca se ha curado.

En aquel momento nos sumamos a las filas de los otros cientos de miles de refugiados palestinos, desarraigados de nuestras comunidades y quienes se nos niega el derecho a retornar al único lugar que conocemos como nuestro hogar.

En estas últimas décadas prácticamente todo ha cambiado excepto el anhelo de millones de palestinos de vivir dignamente, libres de un brutal régimen de dominio militar y de apartheid que controla casi cada aspecto de nuestras vidas.

El tiempo puede curar muchas cosas, pero las cicatrices que dejaron dos oleadas de desplazamiento forzado en 1948 y 1967 difícilmente pueden curarse cuando Israel continúa con lo que muchos de nosotros consideramos una Nakba en curso, una desposesión interminable.

Solo el tiempo no puede curar las heridas de los palestinos que llevan más de diez años viviendo bajo el mortal bloqueo de Israel a Gaza o a la sombra del odioso muro de Israel que se apropia de la tierra y a la sombra de los cientos de checkpoints militares en Cisjordania. El tiempo no puede mitigar el impacto de los cada vez mayores esfuerzos por parte de Israel de expulsar a comunidades palestinas de sus tierras, robadas para construir ilegales colonias solo para judíos contraviniendo el derecho internacional y décadas de política estadounidense.

Las comunidades palestinas en el Israel actual, que viven bajo lo que en su día el Departamento de Estado estadounidense caracterizó de sistema de “discriminación institucional, legal y social”, se enfrentan a una suerte similar. Por ejemplo, a principios de este año las fuerzas armadas israelíes demolieron el pueblo beduino de Umm al-Hiran para construir sobre sus ruinas una nueva colonia solo para judíos, siniestramente denominada “Hiran.”

Los palestinos que viven fuera de la Palestina histórica, en su mayoría refugiados, suponen el 50% de toda la población palestina y se les niega su internacionalmente reconocido derecho legal a retornar sus hogares originarios.

A medida que más personas admiten la verdad acerca del sistema israelí de opresión de todo el pueblo palestino, aumenta el apoyo mayoritario a los derechos palestinos y a favor de que se presione para acabar con la impunidad israelí.

Una encuesta de octubre de 2016 publicada por Brookings Institution revela que el 46 % de los estadounidenses y el 60 % de los demócratas apoya imponer sanciones a Israel o adoptar medidas más contundentes contra este para que deje de construir colonias ilegales.

Estas encuestas y otros indicadores similares señalan el sano aumento en pocos años del movimiento popular y liderado por palestinos de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS), que contribuí a fundar y que se considera fundamental para lograr la libertad, la justicia, la igualdad y una paz duradera.


El movimiento de BDS ha reavivado en nosotros la esperanza de que con una resistencia interna no violenta y una cada vez mayor presión internacional similar a la que se aplicó a la Sudáfrica del apartheid podemos prevalecer sobre el sistema de opresión de Israel.

Nuestras esperanzas aumentaron cuando seis de los once jugadores de la Liga Nacional de Fútbol rechazaron un viaje pagado para hacer propaganda a Israel y el Festival de Cine LGBT de Tel Aviv recibió una “oleada” de cancelaciones de ponentes internacionales.

También aumentó la esperanza palestina cuando algunas de las principales Iglesias de Estados Unidos, incluidas la Iglesia Metodista Unida, la Iglesia Presbiteriana y la Iglesia Unida de Cristo, sacaron sus inversiones de bancos israelíes o de corporaciones internacionales cómplices de Israel, y cuando algunas de estas corporaciones tuvieron que anular su implicación en proyectos ilegales en Israel.

También despierta nuestra esperanza el hecho de que el apoyo a los derechos palestinos aumente rápidamente entre los estadounidenses más jóvenes, incluidos los jóvenes mileniales* judíos, y de nuevo se integre en las luchas por los derechos de los refugiados, los inmigrantes, las mujeres, los trabajadores, los negros estadounidenses, los musulmanes, los estadounidenses originarios y la comunidad LGBTQI.

Después de 50 años de brutal dominio militar israelí y casi 70 años de desposesión, ¡ya basta! Ahora es el momento para la libertad palestina. Al cabo de más de dos décadas de fracasadas negociaciones patrocinadas por Estados Unidos, que Israel utiliza como tapadera de su política de "el máximo de tierra con el mínimo de palestinos”, es evidente que a menos que se ejerza una presión eficaz Israel seguirá negando nuestra libertad y nuestros derechos.

Puede que nunca olvidemos nuestras muchas cicatrices emocionales y a menudo físicas. Pero cuando logremos, porque se logrará, la justicia y derechos iguales podremos curarlas verdaderamente. Y contamos con el cada vez mayor apoyo de las personas de conciencia de todo el mundo para ayudarnos a conseguirlo. 

* Se refiere a las personas nacidas entre 1977 y 1994. (N. de la t.).

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